Para muchos el té, es una bebida, para otros simplemente felicidad, una taza donde se juntan recuerdos, pensamientos, amores y muchas cosas más... ¿Sera esto el alma?. Reflexionemos con una taza de té sobre esta cuestión: ¿El té es un placer para el alma?
Disfrutar, felicidad y placer
¿El té es un placer para el alma?
Recuerdo aquel "té de las cinco", la abuela llamado a merendar, el olor a bizcocho recién horneado o a tostadas, el sol preparado para ir a cenar y ese Té Negro English Breakfast en la mesa. "Lávate las manos", sonaba de repente y ya no podía seguir jugando. Pero este recuerdo llena mi alma y cada vez que preparo este té, me pongo a recordar, es como si estuviera allí de nuevo, el alma se recarga y noto como las fuerzas se renuevan.
¡Aprende a disfruta del té desde el primer momento!
Para los verdaderos amantes del té, el disfrute del mismo, comienza desde que abrimos la caja del té, donde se encuentra cuidadosamente almacenado. Al abrir esta caja ya notamos todo su aroma y color que nos invita a disfrutar de esta tan esperada taza de té. Todo el resto de preparación del té, que no es complicado, nos prepara para ese disfrute. El premio, es sentarnos finalmente y poder disfrutar de todo el aroma y sabor de nuestro té. Esto que parece algo tan complicado, en realidad es un proceso simple y automático, un ritual, donde la persona, desde el primer instante comienza a disfrutar de ese momento, su momento y empieza cargar las pilas del alma...
Un baño caliente refresca el cuerpo,
un té caliente el alma.
(Refrán japonés)
¿Si te ha gustado el artículo "El té es un placer para el alma"?, ¡Dejarnos un comentario o las dudas que tengas al final de este post!
Y no olvides consultar nuestro amplio catálogo de Cafés, Tés Negros, Tés Rojos, Tés Verdes, Tés Blancos, Tés Azules y Tés Amarillos. ¡Seguro que te van a encantar!
Te recordamos que si tienes Facebook, puedes unirte a nuestro grupo Amantes del Té - Valdemoro y al resto de nuestras Redes Sociales, donde podrás encontrar interesantes descuentos y ofertas flash.
Por: Maria de los Angeles Vega